Mi pareja y yo nos esforzamos mucho en planificar nuestra boda. Era un momento único y especial para ambos. Encontrar cada proveedor fue un desafío. Queríamos algo nuestro, que reflejará la alegría de encontrarnos en este largo camino que es la vida. Y no imaginamos que habrían situaciones tan tristes que aún no terminamos en sanar hasta el día de hoy. Verán, estábamos preparados para todo. Para que falle algún proveedor, para que suceda una nueva cuarentena incluso por la nueva variante y hasta terremotos. Todo podría ocurrir.
Pero no contábamos que la familia se pusiera tan tóxica y controladora. Y llegó un momento dónde ya no entendían motivos y -hasta hoy- nos siguen echando la culpa de todo. De porqué no hicimos una recepción más grande, porqué no hicimos fiesta. Incluso tuvimos la mala suerte que se nos pasó la foto con TODA la familia. Tuvimos fotos con cada grupo por separado en la iglesia. Pero sólo por no tomarnos la foto con TODOS, no los queremos, ni los apreciamos. Ni nos importa la familia.
Y durante la recepción, se pusieron a criticar aún más.
Nuestros amigos, por otro lado, se portaron muy bien. Nos acompañaron en todo momento, y nos dieron la alegría que curiosamente parte de nuestra familia no nos dio. Lo más triste es que fue por mi lado de la familia. No pensaron ni en mi, ni en mis nervios, sólo pensaron en ellos. Incluso mi mamá aún sigue resentida por no "pensar en la familia".
Para nosotros, este es un ejemplo de lo que definitivamente no haremos con nuestros hijos. No queremos esta experiencia para ellos. Queremos que sean felices y rodeados de las personas que realmente los amen, sin egoísmos, ni prejuicios, ni condiciones. Sin la frase de "hay que complacer a la familia en todo" o "hay que entenderlos porque son familia", y el clásico "si no los invitas qué dirán" o "me harás pasar vergüenza".
Aún seguimos tristes. Hubiéramos evitado todo esto si teníamos el valor de decir que no. Hoy ya lo sabemos.
Así que no tengan miedo en defender su boda. Un abrazo a cada uno. Suerte.